*[Mis curiosos]*

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"¡Qué artista muere conmigo!"

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Muchos han sido los personajes históricos a los que las Parcas han arrebatado su vida de manera poco usual y casi rayando lo irrisorio, sin importarles lo más  mínimo la condición del que se llevaban de este mundo. En este blog, ya hemos tratado varias de ellas, pero ninguna había tenido ese toque de “muerte anunciada” como la de Nerón.
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Definir a un personaje con un carácter tan complejo no es sencillo, pero bastaría con decir que su maldad y crueldad materializadas en las más dispares excentricidades hicieron que pasara a la Historia como uno de los emperadores de Roma más desequilibrados [1], aunque su sensibilidad artística plasmada en su amor por la música, la actuación, la poesía o el arte, no pasaban desapercibidos y no eran recibidos de buen grado por no encajar en la personalidad que se esperaba de un emperador ideal. Basta con leer el relato que de su vida nos hace Suetonio para darnos cuenta que Senado, ejército y pueblo le odiaban de la misma manera. Ni el variopinto cortejo que solía acompañarle habitualmente lo hizo en sus últimos momentos de vida, cuando se vio abandonado por todos, obligado, sin más remedio, a buscar hospitalidad llamando puerta por puerta a las casas de los que creía sus amigos y viéndose rechazado una y otra vez por ellos [2]. Finalmente, un liberto le ofreció refugio en su finca de las afueras. Tras enterarse, los soldados no dudaron en ir a matarle. Nerón, que veía que sus días terminaban, obligó a los que le acompañaban a cavar una fosa y cubrirla con todos los trozos de mármol que pudieran encontrar. Asimismo, les instó a que llevaran agua y leña para cumplir con las rigurosas ceremonias post-mortem.
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Cuando le desvelaron que la muerte que le esperaba, una vez capturado, no era otra que la de atarle en la horca y ser azotado hasta morir, presuroso corrió a por dos puñales que había guardado bajo sus ropajes. Sin embargo, el último emperador Julio-Claudio, tras haber probado el dolor que producían sus puntiagudas puntas, decidió guardar las armas asegurando que su hora final aún no había llegado. Aun así, se lamentaba continuamente de que nadie de los que le acompañaban se atreviera a acabar con su vida, y lloraba sin parar de repetir “¡QUÉ ARTISTA MUERE CONMIGO!” (Suetonio, Vida de Nerón, 49,1) Su secretario Epafrodito fue el que, finalmente, le ayudó a hundir una daga en su garganta. Minutos más tarde apareció un centurión que no pudo más que ver cómo la sangre manaba de su cuello. Tal y como quería, en ese 68 a.C se le hicieron unos costosos funerales y se le enterró en la tumba de su familia, en un ataúd de pórfido sobre el que descansaba un impresionante altar de mármol.

Nos cuenta Suetonio que “su muerte produjo una alegría pública tan grande que la plebe corrió por toda la ciudad llevando en la cabeza el gorro frigio” (Vida de Nerón, 57,1), el pilleus, que se le ponía a los esclavos cuando se les liberaba. Aún así, también hubo quien lamentó su muerte.

Terminaba, con su gobierno, la estancia de los Julio-Claudios al frente del Imperio. Le siguieron unos meses turbulentos donde varios emperadores se disputaron el poder hasta que los Flavios consiguieron afianzarse en él.

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[1] Todas la fuentes, menos las de Oriente-territorio al que Nerón benefició notablemente-, son unánimes en ofrecer una visión del emperador poco humana.  

[2] Galba ya había sido nombrado emperador por el Senado quien hizo, asimismo, que a Nerón se le declarara enemigo público, se le persiguiera y se le matara.

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Fuentes:

*SUETONIO TRANQUILO, Cayo: Vida de los doce Césares, (trad. AGUDO CUBAS, Rosa María), Ed. Gredos, Madrid, 1982.
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La muerte de Fernando el Católico

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En 1505, un año después de la muerte de Isabel la Católica, Fernando II de Aragón y V de Castilla, con 53 años de edad, contraía matrimonio con Germana de Foix, 36 años más joven que él.
La francesa, a pesar de la edad del monarca, se empeñó en tener descendencia con él y, para ello, intentado aliviar el paso de los años, utilizó cuantos tratamientos eran conocidos en la época para mejorar su potencia sexual. De hecho, era ella misma la que le preparaba extrañas mezclas a base de cantáridas (un insecto de la zona mediterránea) para que las tomara. Otras crónicas nos informan que, además de este producto, también ingería un cocimiento a base de testículos de toro. Al parecer, todos estos remedios naturales dieron su resultado ya que, en 1509, Germana de Foix parió un niño, Juan, que, sin embargo, murió a las pocas horas de nacer. Así, la noble gala volvió a su empeño de volver a quedar preñada, por lo que su esposo hubo de ceder a volver a ingerir los ungüentos afrodisiacos.
El 23 de enero de 1516, Fernando el Católico, con 64 años de edad, cuando iba de camino al monasterio de Guadalupe, hizo una breve parada y tomó los “potajes” para satisfacer a su fogosa esposa. Sin embargo, ingirió una sobredosis del producto, lo que le provocó una hemorragia cerebral que acabó con su vida.
Es curioso, pero, además, años antes del fallecimiento, un adivino le había vaticinado que moriría en Madrigal (Ávila), por lo que el rey se cuidó mucho de no acercarse a ese lugar: el sitio donde murió sería Madrigalejo (Cáceres).
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Fuentes:
*VALLEDOR, A: Envenenamientos por animales, Madrid, Ed. Díaz de Santos, 1994.
*MISRAHI, A: En la cocina de Afrodita, Barcelona, Ed. Robinbook, 2008.
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La muerte de Esquilo

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Busto de Esquilo
El dramaturgo Esquilo (525-455 a.C), uno de los más importantes del teatro griego junto con Sófocles y Eurípides, poco podía imaginar que tendría un final que, sin duda, suavizaría esa nota trágica que, con sus obras, imprimió durante toda su vida.
La tradición cuenta que el oráculo le vaticinó una muerte violenta: Celestial dardo te matará, rezaba el agüero que malinterpretó al creer que se refería a que una casa le aplastaría. Fue por ello por lo que el escritor marchó de la ciudad al campo creyendo, así, sortear el peligro que pondría fin a su existencia. Sin embargo, un hermoso día, estando ya residiendo en Gela, mientras escribía tranquilamente sobre una piedra, un águila que merodeaba por los alrededores y que había capturado una tortuga, tiró a ésta desde una elevada altura, con el objetivo de romperla el caparazón y poder, así, comer su carne con más facilidad, con tan mala suerte que el pobre reptil, arrojado por el águila, fue a dar con la cabeza de Esquilo, al que mató al instante por el tremendo golpe que le ocasionó.
Varios son los que apuntan que la calvicie de Esquilo fue la causante de la desgracia, y es que, al parecer, el águila creyó tirar a la tortuga sobre una piedra cuando, realmente, lo estaba haciendo sobre la cabeza calva del famoso griego.

Fuentes:
*VIDAL, G (2006): Retratos de la Antigüedad Griega, Madrid, Ed. Rialp.
*ESQUILO (1998) (edición de José Luis de Miguel Jover): La Orestea, Madrid, Ed. Akal.
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La muerte de Gilgamesh

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El más famoso de todos los reyes de Uruk, GILGAMESH, es el protagonista de la que se ha considerado la primera epopeya escrita de la Historia de la Humanidad. Este relato está recogido en el conocido POEMA DE GILGAMESH, donde se aprecia cómo el antiguo monarca de la ciudad sumeria vive obsesionado con conseguir la inmortalidad, ya sea obteniendo la vida eterna, físicamente, o a través de estar presente en el recuerdo de las gentes. Tras la muerte de su fiel amigo y compañero de aventuras Enkidu, su mentalidad cambia y esta obsesión, dentro del Poema, deja paso a una profunda resignación frente al fin de la vida (esta parte de la composición es conocida como La Muerte de Gilgamesh).
El héroe tiene diferentes sueños y en uno de ellos el dios-cielo Enlil le comunica que va a morir. Así, Gilgamesh decide construir una enorme tumba colectiva que sería erigida en pleno cauce del Éufrates, cuyas aguas, en ese momento, habían sido desviadas. El monumento funerario albergaría el cuerpo de rey de Uruk, además de los de sus “acompañantes”: sus esposas, concubinas, sus hijos predilectos, sus sirvientes y, evidentemente, sus objetos más preciados. Una vez que las obras terminaron, todos se adentraron en la construcción, que fue sellada para, poco tiempo después, morir ahogados por el regreso de las aguas del famoso río mesopotámico a su cauce. No nos debe sorprender este “suicidio colectivo” que, de manera involuntaria, sufrieron los acompañantes del rey ya que durante el III milenio a.C. era costumbre que se produjeran estos “asesinatos rituales” que también fueron comunes en otras culturas como la egipcia o la china.
Según cuenta la composición literaria, la población de Uruk lamentó profundamente esas muertes.
Gilgamesh murió, pero su recuerdo, materializado en la construcción de las importantes murallas de Uruk -la ciudad que gobernaba- perduró con el paso de los años hasta llegar a nuestros días, viéndose así que monarca consiguió aquello que persiguió durante toda su vida: ser inmortal.
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Imagen: Relieve de Gilgamesh con un pequeño león. Fue hallado en Jorsabad, datando de la época de Sargón II (722-705 a.C.). Su altura supera los 4 metros y medio.
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Fuente: LARA PEINADO, F: Poema de Gilgamesh: Un viaje fallido a la inmortalidad (consultado el 28-XII-2010)
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La muerte de Felipe el Hermoso

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Felipe el hermoso murió en Burgos el 25 de septiembre de 1506. Todavía hoy, cinco siglos después de su muerte, aun se sigue hablando de cuál pudo ser la verdadera causa de su fallecimiento. Las fuentes de la época nos hablan de que tras jugar intensamente a la pelota, bebió demasiada agua fría, lo que, al parecer, le llevó a tener unas terribles fiebres que acabaron con su vida días después. Sin embargo, muchos son los que opinan que el líquido que tomó el marido de Juana la Loca contenía algún tipo de veneno, que fue el que verdaderamente le mató. Recientemente, los investigadores apuntan a que murió, realmente, de peste, ya que consideran las teorías anteriores como poco creíbles, pero… ¿efectivamente lo son? Son numerosos los casos de deportistas que tras hacer un gran esfuerzo sufren un paro cardiaco que les lleva, irremediablemente, a la muerte. Podemos pensar que a Felipe el Hermoso le pasó algo parecido, aunque, de momento, no hay estudios que den una versión definitiva sobre la misteriosa muerte.
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