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Estatua de Wamba, en el paseo de la Plaza de Oriente (enfrente del Palacio Real de Madrid) que alberga una importante colección escultórica de reyes españoles. |
En el 680, tras ocho años de
reinado marcados por una serie de revueltas que le granjearon muchos enemigos, el
rey visigodo Wamba [1] comenzó
a ver cómo flaqueaban las fuerzas que hasta el momento le habían apoyado. El
miedo se comenzó a palpar y es que, en la Historia de los reyes godos, no era
extraño que, aprovechando que la monarquía era electiva (lo que permitía
saltarse las rígidas barreras de sucesión entre familiares), muchos fueran los
que se deshacían de los monarcas para, así, erigirse ellos con el poder, un
fenómeno insólito que ha sido conocido con el nombre de MORBO GOTHORUM. Sin embargo, no sería un obligado destierro, ni un inesperado asesinato lo que
acabaría destronando a Wamba.
Un oscuro día de octubre de ese año, el monarca godo comenzó a sentirse
mal, tanto que sus más cercanos consejeros, pensando que moriría irremediablemente
por la enfermedad que había contraído y que lo tenía postrado en la cama,
tomaron la decisión de hacer que se le suministrara -según establecía la ley
goda referente a las dispensas que se les debían dar a los reyes antes de fallecer-,
la unción penitencial, que le libraba
de todos los pecados cometidos, y que además, recibiera el venerable signo de
la santa tonsura. Sin embargo, y
contra todo pronóstico, Wamba comenzó a recuperarse tan sólo unos días después
y, al verse tonsurado, su pánico se desató: era de todos conocido que un
monarca que había sido reducido al estado penitencial y a la condición monacal
mediante la tonsura no podría volver a reinar nunca, no valían excusas, debía
ceder el trono. El elegido para sucederle fue ERVIGIO, un oscuro noble de origen
griego, cercano en todo momento a Wamba y que éste eligió tras su abdicación
“voluntaria”.
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Monjes tonsurados, con el característico corte circular de una porción de cabello |
No tardó el nuevo soberano -tras hacer que su predecesor fuera llevado al
Monasterio de San Vicente de Pampliega, donde pasaría el resto de sus días [2]- en convocar el XII Concilio de Toledo que
legalizaría su elección. Sólo las paredes de la sala donde se celebraba la
reunión serían testigos del agradecimiento que Ervigio profesaba a los nobles
que asistieron a Wamba en los días en que se le creía enfermo y que incitaron a
que se le tonsurara. El bebedizo a base de ESPARTEÍNA
(un alcaloide altamente narcótico) que le suministraron y que sumió al rey de
los godos en ese sueño de profundo malestar que muchos creían como antesala de
la muerte había dado unos resultados excelentes: los había colocado en la
cúspide del poder [3].
--[1] Se convirtió en inesperado sucesor de Recesvinto gracias al apoyo de la aristocracia que podríamos considerar “nacionalista” que lo presentó como nuevo monarca sin contar con el resto de los nobles del reino lo que, sin duda, provocó unas iras que se verían protagonistas de estos sucesos del 680.
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[2] Alfonso X mandó que el cuerpo del godo se trasladara a la Iglesia de Santa Leocadia, en Toledo. En el s.XIX pasó a ocupar un privilegiado sitio en la Catedral de la misma ciudad.
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[3] Alfonso III, en su
Crónica (h.911), nos cuenta “Ervigio,
tras haber sido educado en palacio y elevado al honor condal, arrastrado por su
soberbia, astutamente tramó contra su rey. Una hierba, cuyo nombre es esparto,
le dio a beber, y al instante perdió la memoria. Y cuando el obispo y los
optimates del palacio […] hubieron visto al rey postrado y carente de memoria,
al instante le impusieron el ritual de la confesión y de la penitencia”
--Bibliografía:
*COLLINS, R. (2008): Los visigodos (en LYNCH, J., (dir.) Historia de España), Madrid, El País, pp. 189-201.
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