
Cientos de años atrás, egipcios, griegos y romanos creían que los estornudos eran una advertencia divina y les atribuyeron, según las circunstancias en las que se producían, buenos o malos agüeros. Los griegos espetaban al que estornudaba con un enérgico “¡vivid!”; los romanos lo arreglaban con un “¡salve!” o “¡qué Júpiter te conserve!”, siendo todas estas expresiones un símbolo para alejar la mala suerte.
Nuestro “¡Jesús!” no llegaría hasta tiempo después, hacia el 591, bajo el pontificado de Gregorio I, en un momento en que en Roma se propagó una terrible epidemia [1]. Los enfermos de esta peste fallecían al estornudar, por lo que se tomó la costumbre de que cada vez que alguien lo hacía se dijera “¡Dios te bendiga!”, para intentar que el poder divino protegiera al desgraciado del peligro [2]. Esta expresión, con el tiempo, se simplificó en “¡salud!” o “¡Jesús!” [3].
En cuanto al origen del vocablo, se dice que ESTORNUDO proviene del verbo latino STERNUO, STERNUIS, compuesto por el sonido que resulta al estornudar, y que sería la síntesis de exprimir con fuerza las letras S, T, R.
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[1] El árabe Avicena, aunque también sitúa el origen de la expresión en el s.VI, cambia el lugar de su creación: sería en África, también por una terrible epidemia, pero de viruela, cuando surgiría. Por tanto, para él, hubiesen sido los árabes los que propagaron la tradición.
[2] Vemos cómo los cristianos, convirtieron una locución que para ellos tenía connotaciones paganas (“¡qué Júpiter te conserve”) cambiando el nombre por el de su dios.
[3] Los países de habla inglesa todavía siguen manteniendo el “¡Dios te bendiga!” (“God bless you!”)
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Fuentes:
*IRIBARREN, J.Mª, El porqué de los dichos, Pamplona, 1995.
*Salud&Remedios.com
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