Levantar el dedo corazón [1] manteniendo
el resto de la mano cerrada y el revés hacia afuera, es considerado uno de los
gestos de insulto más obsceno -aunque más común- en nuestros días; los textos
antiguos nos muestran que hace miles de años también lo era para los romanos.
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Algunos de los ejemplos más llamativos
los tenemos en las Sátiras de Juvenal (10, 52-53), donde hablando de cierto personaje,
el autor nos dice que “… él personalmente mandaba a la horca a la fortuna
amenazadora y le mostraba el dedo corazón”; en la Historia Augusta donde se nos cuenta que
el emperador Heliogábalo (10, 7, 2) “hacía signos impúdicos con los dedos y no mostraba
ningún pudor ni siquiera en reuniones o
cuando el público lo escuchaba”; y en los Epigramas (6, 70, 5-6) de Marcial: “Muestra el dedo, pero el impúdico”.
Sin embargo, al significado ofensivo se le solía añadir el de calificar a
alguien como pathicus (sodotima pasivo, lo que vendría a calificar al
individuo como “afeminado”), lo que no deja de lado la connotación negativa, tal
y como lo vemos en el ya citado Marcial: “Ríete mucho, Sextilio, del que te ha llamado
afeminado y levanta el dedo corazón” (Epigr. 2, 28, 1-1-2); y también en un pasaje donde Calígula se
dirige a Casio Querea “…Gayo tenía la costumbre de desacreditar a este
personaje con todo tipo de ultrajes como blando y afeminado […] y ofrecerle
otras a besar su mano, cuando le daba las gracias por algún motivo, imprimiendo
en ésta una forma y movimiento obscenos” (Suet., Vida de Calígula, 56).
Con todo, no se nos debe pasar por alto
que el gesto que ocupa nuestro estudio no es más que una simbolización del
miembro masculino erecto. De este modo, y teniendo en cuenta que los símbolos
fálicos gozaban de gran prestigio en la Roma antigua -como de hecho lo
atestigua la arqueología con decenas representaciones en puertas, calzadas,
acueductos, puentes, amuletos… que tenían la función de alejar los malos espíritus-, levantar el dedo corazón
adquiere un nuevo significado, asociado a la buena suerte. Así nos lo hace ver Persio en una de sus Sátiras (2, 31-34): “Mira cómo una abuela o una tía
materna llena de supersticiones levanta de su cuna a un niño y con el dedo
infame y saliva lustral empieza por purificarle la frente y los húmedos labios,
pues es experta en conjuros contra el aojamiento”.
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A pesar de que éstos últimos significados
mágicos no ha llegado hasta nosotros, no se puede negar que un gesto tan común
miles de años atrás, aún sigue vivo en nuestra sociedad.
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[1] Este dedo era conocido como digitum
impudicum o digitum infamis.
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Fuentes:
*FORNÉS, M.A. y PUIG, M.: El porqué de nuestros gestos: la Roma de hoy
en la gestualidad de ayer, Barcelona, Ed. Octaedro-UIB, 2008.